Camarón que se duerme
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José Miguel Benavente
Escribo esta columna ahora como jefe de la División de Competitividad, Tecnología e Innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Lo que aquí escriba, como en las siguientes columnas, no representa necesariamente el pensar ni sentir del Banco en estos temas. Hecha esta aclaración, en este poco tiempo de labores he tenido la oportunidad de analizar más cuidadosamente lo que varios países de la región vienen desarrollando en términos de ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento.
Chile fue y sigue siendo visto como un modelo ejemplar de diseño e implementación de políticas que promuevan estas actividades. Por ejemplo, países como Perú, Uruguay y Colombia han adoptado cercanamente la idea de buscar mecanismos para apoyar a ciertos sectores productivos y/o tecnologías que expresen una ventaja competitiva latente del país en los cuales los incentivos de mercado no permiten despegar todo su potencial en las etapas tempranas. Estos esfuerzos, siempre minoritarios comparativamente a los esfuerzos más neutrales de promoción productiva, han sido acompañados de la creación o transformación de las instituciones públicas responsables de estas actividades.
La mirada sistémica que involucra la formación de capital humano avanzado, conocimiento científico orientado a resolver los problemas y generar oportunidades en estos sectores, una mayor coordinación en toda la cadena de valor junto con una campaña de promoción en el exterior, son fundamentales para poder dar cuenta de los problemas de coordinación y consistencia. Y la mirada dinámica, que recuerda que los frutos de dichos esfuerzos no se expresarán inmediatamente requiriendo moderar la ansiedad y buenas cuotas de paciencia. Todo ello exige un marco institucional con participación del mundo productivo, científico, universitario y sindical sugiriendo acciones, coordinando esfuerzos e invirtiendo recursos para llevar adelante estas transformaciones evitando que el Estado quede capturado por los intereses particulares de algunos.
Estos países junto a otros más que hace tiempo comenzaron esta búsqueda tales como Brasil, Argentina y México, muestran que la discusión de un involucramiento más activo del Estado en la promoción de sectores productivos y/o regionales dejó de ser un problema ideológico y más bien pasó a ser una necesidad de pragmatismo y seriedad económica. Las lecciones aprendidas de esfuerzos bien intencionados pero mal diseñados del pasado junto con las enseñanzas de países hoy desarrollados que buscaron generar valor en base al talento y el conocimiento de sus ciudadanos, complementando los recursos naturales con que contaban, sugieren una senda factible.
El gobierno actual ha dicho que en las próximas semanas propondrá una agenda de productividad, innovación y crecimiento donde se detalla la forma en que enfrentará estos desafíos. Esto representa un mancomunado esfuerzo nacional, y no es solo menester del sector público. Nuestros vecinos ya han imitado y hasta mejorado lo que hicimos en el pasado en estas materias, y nos están desafiando. Quizá aun no se ven todos los resultados pero se lo están tomando muy en serio.